miércoles, 18 de abril de 2012

¿Recuerdan el tema de Regionalismos, Indigenismos y Extranjerismos?
Esta es la canción con la que trabajamos ese tema en clase y que nunca pude ponerles
en el salón...aquí la tienen, Cholo Story de Armando Palomas.


viernes, 6 de abril de 2012

Las influencias de Edgar Allan Poe en Tim Burton


Aura

Carlos Fuentes (foto: D. P.)
En realidad, poco o nada tiene Aura que mueva al escándalo, a menos que sea uno un mojigato. Se trata de una historia del género fantástico cuyo centro es el amor que desafía a la muerte. Siempre se menciona la novela Los papeles de Aspern (1888), de Henry James, como la gran influencia de Aura. En “Cómo escribí algunos de mis libros” (incluido en el dossier crítico de El mal del tiempo, volumen editado por Alfaguara que incluye Aura, Cumpleaños y Una familia lejana), el propio autor reconoce dicha influencia, así como la de Dickens, Pushkin, Mizoguchi y Akini. Pese a ello, las semejanzas entre la novela de James y la de Fuentes no son demasiadas. En ambos casos, un hombre joven empieza a vivir en una casa propiedad de una anciana y su sobrina. Las motivaciones de ambos protagonistas son muy distintas (ganar un poco de dinero, en el caso del protagonista de Fuentes; apoderarse de unas viejas cartas del poeta Jeffrey Aspern, en el caso del narrador-protagonista de James). Las resoluciones de las historias no pueden ser más disímiles. Tampoco son similares los recursos narrativos.


Macario es muy espacial...

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Lo espacial en el cuento “Macario” de Juan Rulfo.
 
 


Felipe Alliende
Departamento de Estudios Humanísticos
Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas
Universidad de Chile



     “Macario” es un cuento de Juan Rulfo. Forma parte del libro “El llano en llamas”. Como cualquier obra literaria, “Macario” puede ser analizado e interpretado desde múltiples perspectivas. En este breve artículo quisiera dar cuenta de los resultados de la aplicación de ciertos operadores espaciales a este relato. La aplicación  de la técnica fue completamente ocasional. En una clase quise dar cuenta de la afirmación de Lévi–Strauss que reprochaba a éste reducir el mito a un elemento funcional–expresivo, absolutamente vacío de contenido en sí mismo, y sólo susceptible de recibirlo gracias a su integración en una estructura sintáctica, de acuerdo con leyes determinadas  que no rebasan mucho en sus posibilidades de esfera de lo espacial, económico y utilitario. A primera vista, parecía que el cuento de Rulfo no podría recibir mayores aportes a partir de una consideración espacial. La historia de un ser marginal, considerado loco por muchos, dominado por un hambre insaciable, confinado a un cuarto miserable por una madrina dominante y sólo comprendido por una compañera de infortunio parece situarse al margen de cualquier coordenada espacial. El cuento de Rulfo que en este momento analizábamos no aparecía, entonces, particularmente apropiado para ilustrar la importancia de las relaciones espaciales. Sin embargo, hicimos un intento de examinar el cuento en busca de estas relaciones. 
     “Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas”. Así comineza el cuento y comienzan también las relaciones espaciales. Hay alguien afuera, Macario, que espera que salga algo de adentro, las ranas. El de afuera, Macario, está armado de una tabla para despanzurrar, “apalcuachar” dice él, a las que salgan de adentro. 
     Los de adentro, las ranas, perturban con sus gritos el sueño de la madrina dominante. ¿Qué son estos gritos de los de adentro? ¿Voces interiores? ¿Remordimientos? 
     Y si lo espacial no es lo externo y lo interior, sino lo que está arriba y lo que está abajo ¿no es acaso Macario la imagen caricaturizada de un dios que, armado de poder destructivo, aterroriza a los de abajo? Un dios de las esferas superiores, de la luz, del espacio abierto que impide bajo pena de muerte que seres confinados en las regiones inferiores, subterráneas, obscuras, seres confinados en espacios estrechos y cerrados, abandonen su prisión. Pero, a su vez, el caricaturesco dios que está arriba de las ranas, es uno de los de abajo. Está bajo el poder de la madrina que lo obliga a permanecer encerrado es su cuarto, que ata sus manos cuando va a la iglesia y que lo aterra con el miedo a la condenación eterna por sus muchos pecados. Dios, la madrina, el cura que predica desde lo alto del púlpito son los de arriba; Macario y Felipa, su compañera de infortunio son los de abajo. También Dios espera a Macario para “apalcuacharlo” en el infierno apenas emerja desde las regiones de la vida tras la muerte. En otras palabras, Macario, que es de los de abajo en esta vida, seguirá siendo de los de abajo para siempre en el infierno. 
     Adentro, afuera; arriba, abajo parecen ser las coordenadas que dominan la vida de Macario. El único lugar seguro para él es su pequeño cuarto lleno de cucarachas y alacranes. Ahí se refugia Macario, a quien los que viven fuera de la casa no permiten salir al exterior; apenas lo ven, tratan de descalabrarlo a pedradas. Pero ahí en el cuarto, en la oscuridad, desde el interior de los costales en que duerme, Macario se ve atacado por las cucarachas que le recorren el cuerpo; desde el techo, desde lo alto, caen cada cierto tiempo los alacranes que amenazan con picarlo. Pero Macario no enciende la luz; siente que pueden encontrarlo sus pecados. A Macario lo han convencido de que lo que viene de adentro de él es malo. Teme a los de adentro; teme a los de afuera. Sin embargo, hay algo en el exterior que lo atrae: el ruido de un tambor lejano. Macario no puede abandonar su refugio, su obscuridad, para ir  al encuentro del tambor; trata, entonces de reproducirlo en su interior y golpea su cabeza contra el suelo, contra los pilares del corredor. Ese deseo interior es su pecado, por eso se condenará. 
     Felipa es la compañera de infortunios de Macario. Dominada por la madrina, debe ocuparse de la comida de los tres. Sólo cuando la madrina ha satisfecho su hambre, Macario y Felipa pueden comer las sobras. En Felipa está la única posibilidad que para los mundos de adentro y afuera, arriba y abajo se armonicen en Macario. Felipa quiere librar a Macario de la condenación; librarlo de toda la mucha maldad “que le llena el cuerpo de arriba para abajo”. “Porque yo estoy repleto por dentro de demonios, y tiene que sacarme esos chamucos del cuerpo confesándose por mí”. – dice Macario. Pero Felipa no lo hace desde arriba: se acurruca a su lado y pasa las noches con él y lo tranquiliza. Pero Felipa le da a Macario la prueba más formidable de la bondad de lo interior: su leche. Macario busca en el mundo externo todo lo que pueda serle gratificador; su única satisfacción es el alimento; de hay su hambre insaciable. Macario no ve el mundo a la luz de la eternidad; lo ve a la luz de lo que puede saciar su apetito, no “sub specie aeternitatis”, sino “sub specie famis”. Macario ha comido de todo: ranas, sapos, leche de cerdos y chivas, comido cerdos, flores de obelisco, arayanes, granados; la leche de Felipa tiene el sabor de la miel que le sale por debajo a las flores del obelisco. Es lo que más hace feliz a Macario: algo que ha salido del interior de la única persona que lo comprende. 
     Hemos comenzado a leer el cuento y dos parejas de términos espaciales nos han salido al encuentro: arriba – abajo; adentro – afuera. Usándolas como operadores para algunas partes del cuento se han mostrado como fuertemente vinculadas a los contenidos que se nos presentan. Surge una pregunta: ¿Queda vacío de contenido un relato cuando se lo analiza desde la esfera de lo espacial? Macario parece darnos una respuesta clara: de un modo u otro, lo espacial se va a hacer presente en los relatos. Siempre habrá un arriba y un abajo, un adentro y un afuera, un norte y un sur, un oriente y un occidente, un atrás y adelante, un centro y un entorno, que permitirán una aproximación a los contenidos. No es el único modo de acercarse a ellos, pero no es el más despreciable ni el menos fructífero.